Como nos ha pasado ya en otros años, nuestra escapada inicial para
estos días de semana santa estaba prevista para la costa Cántabra. Pero el
invierno ha sido muy duro y parece prolongarse. Cuando escribo esto, casi ya a
mediados de abril, el mal tiempo continua: lluvias, nieves, frio…así que como
los pronósticos no eran nada halagüeños en cuanto a fuertes lluvias y vientos
por el norte de España, cambiamos cinco días antes nuestro destino y decidimos
dirigirnos al sur, al sol, retomando nuestro último viaje por esas tierras que
dejamos en Porto Covo, para continuar rumbo Sur y Sureste hasta donde el tiempo
diera. Preparé lo que pude en estos pocos días y algo …salió.
Viernes 23 de marzo de 2018
En el Alentejo
Playa de Almograve, costa alentejana portuguesa(37.648342, -8.805010).
Llueve y corre un viento fresco que corta
A 300 metros de donde estamos ahora siguiendo el camino paralelo a la
playa, estuvimos haciendo noche hace 8 años, en un pequeño saliente junto a
tres autocaravanas más. Ahora ya no es posible.
Está prohibida la circulación para nuestros vehículos por la ancha pista
que se alarga hacia el sur por la costa, así que nos conformamos con el
aparcamiento asfaltado junto al mar donde estamos. Inclinado, pero tiene
cabida para un par de autocaravanas,
quizás tres, en la zona plana. El parabrisas de la autocaravana se abre a una
escarpada costa con una mar revuelto A
nuestra izquierda por la ventana vemos otros pedazos de costa. Otra
autocaravana belga nos acompaña, al menos por ahora y parece no importarla la inclinación
que tienen.
Me entristece comprobar que aquí también las cosas no son ya lo que
eran y siempre me acuerdo de mi amigo Jesús cuando cita lo que en su día
escribió el poeta Feliz Grande: “Donde fuiste feliz alguna vez no debieras
volver jamás (…)”, aunque, yo persisto en no compartirlo.
Y es que hace ocho años, cuando descubrimos esta maravillosa costa, se
podía aparcar casi en cualquier sitio y siempre acompañado. Ahora al menos
desde que hemos tocado costa en Porto
Covo hasta aquí, hemos encontrado carteles de incluso prohibiendo aparcar
autocaravanas a cualquier hora, como en Vila Nova de Mil Fontes, y en otras
playas desde las 20 horas a las 8.
Y hace también ocho años nuestros hijos eran jóvenes estudiantes. Ahora
adultos luchando por abrirse camino en un mundo casi imposible. Y mis padres
vivían y gozaban de buena salud. Ahora me he quedado sola.
Hace dos años regresamos por aquí buscando un breve descanso durante la
enfermedad terminal de mi padre, pero nada más llegar a Porto Covo después de
un recorrido por el interior alentejano tuvimos que regresar ante su empeoramiento. Falleció a
mediados de mayo de ese mismo año.
Y un último cambio más, aunque este gozoso: Angel lleva jubilado un año
y medio. Cómo pasa el tiempo y sobre
todo, cómo cambian las cosas. Y además, envejecemos.
Después de estas reflexiones sigo o quizás, comienzo con el relato.
Salimos ayer. Viaje semi preparado como he dicho, incluso teníamos
entradas para la cueva de El Soplao para visitar hoy día 23, pero conseguimos que nos
devolvieron su importe –lo que no hacen- ante un horizonte de puertos y
carreteras nevados.
La primera noche de camino pernoctamos en el mismo sitio que dos años atrás, en San pedro de Mérida (38.950746; -6.189289) después de conducir
durante más de tres horas contemplando un paisaje donde los distintos tonos de verde se mezclaban con
el agua que en abundancia, había caído en los dos último meses. Charcos,
charcas, lagunas, lagos, ríos…desbordaban el color verde de prados y dehesas. Y
es que después de una pertinaz sequía que se alargaba desde el verano, ahora,
recién comenzada la primavera el campo parecía no poder absorber más agua y que
en vez de primavera, aún estábamos en invierno.
Dejamos atrás Elvas y Évora así como otros lugares visitados hace dos
años, para llegar al medio día a Porto Covo. Pero, no fuimos capaces de
encontrar un aparcamiento de autocaravanas junto al mar en el que estuvimos en
el 2016, así que decepcionados continuamos hacia Vila Nova de Mil Fontes al
aparcamiento de la playa, donde también paramos la primera vez. Pero nos
esperaba otra decepción más: una señal
prohibía estacionar a las
autocaravanas. Pasamos de ella y comimos, aunque después nos marchamos a la
playa de Furnas, justo al otro lado de la ría y tras cruzar un puente. Y aquí,
otro cartel prohibida el aparcamiento de autocaravanas de 20-8 horas, así que
descansamos un rato, nos asomamos a esta playa, que no era nada del otro mundo,
y pusimos rumbo a Almograve pensando en que posiblemente alguna señal nos
prohibiría la pernocta junto al mar, pero...afortunadamente no fue así.
Una vez estacionados, nos dimos un paseo por la pista que discurre por
encima del acantilado paralela a la playa bajando y subiendo a las playitas ya
que el mal estado de la mar no nos permitió pasar de una a otra por la
arena. En nuestro paseo nos encontramos
lo que parecía un huevo de tiburón o raya
Recogimos el “huevo” y comenzamos el regreso acompañados por un viento
fuerte y fresco que no nos permitió disfrutar completamente de la corta
caminata y de las vistas sobre este bonito acantilado abierto al Atlántico.
Piedra negra que contrasta con el dorado de la arena....Ahora la noche nos va
rodeando. Nuestra autocaravana vecina sigue aquí por lo que pensamos que pasaremos
la noche juntos y no dejan de venir coches con gente a pasear.
De no haber estado nublado creo que habríamos contemplado una hermosa
puesta de sol sobre el Atlántico, pero...no nos vamos a quejar. Esperemos tener
una noche tranquila y que no vengan muchas parejitas a “pelar la pava”.
Sábado 24 de marzo de 2018
Almograve-Faro de Cavo Sardao-Odemira-Playa de Bordeira.
Noche más que tranquila si no hubiera sido por el viento. Angel decía que nos ha mecido como una en una cuna, pero lo cierto es que a mí me ha costado dormirme del bamboleo que hemos tenido. No ha parado en toda la noche y además este viento ha sido acompañado por la lluvia a ratos.
Pero la mañana ha aparecido luminosa, con nubes, pero con el sol colándose
entre ellas. Hemos desayunado y bajado a la playita que ayer no pudimos ver
para luego partir rumbo al sur.
A Odemira, al area de autocaravanas que hay en el Supermarché, pero
antes y como no teníamos prisa, hemos improvisado y nos hemos desviado hacia el
faro de Cabo Sardao a ver que encontrábamos.
Una carretera recta, estrecha y rodeada de campos verdes nos ha
depositado a los pies de un faro, de construcción muy similar a los faros
españoles. Hay sendas marcadas con estacas y miradores.
De nuevo el viento ha sido el protagonista indiscutible, tanto, que
hemos atado a tula ya que cuando se acercaba a los bordes del acantilado temíamos
que un golpe de aire la lanzara por ellos.
Vistas espectaculares y sorprendidos con algo que hasta ahora no habíamos visto: una colonia de cigüeñas cuyos nidos estaban sobre rocas en el mar. La primera que hemos visto al borde de un acantilado nos ha parecido una gaviota pero usando el teleobjetivo de la cámara nos hemos dado cuenta de que era una cigüeña con su cigueñino. Más adelante hemos contado hasta cuatro nidos más. Parece que es un sitio único en el que podemos encontrar esto.
El viento no nos ha permitido disfrutar más de este rincón así que
hemos puesto, ahora sí, rumbo a Odemira.
Tras atravesar el pueblo y subir, hemos llegado al supermercado Intermarché (37.599846; -8.631192). Angel ha localizado el punto y no parecía fácil entrar, tanto que incluso pensamos en acceder en sentido contrario para facilitar la maniobra, pero al final decido no romper las normas así que voy por donde debo; pero la entrada al punto está tan justa que al doblar golpeo nuestro toldo con uno de los tubos que sujetan los toldos del aparcamiento. Bronca monumental de Angel. Y para nada, porque antes decidimos apartarnos para ducharnos y así cargar al completo.
Tras atravesar el pueblo y subir, hemos llegado al supermercado Intermarché (37.599846; -8.631192). Angel ha localizado el punto y no parecía fácil entrar, tanto que incluso pensamos en acceder en sentido contrario para facilitar la maniobra, pero al final decido no romper las normas así que voy por donde debo; pero la entrada al punto está tan justa que al doblar golpeo nuestro toldo con uno de los tubos que sujetan los toldos del aparcamiento. Bronca monumental de Angel. Y para nada, porque antes decidimos apartarnos para ducharnos y así cargar al completo.
Después, entramos ya a cargar agua. Sitio más que justo. Otro problema
de diseño. 2 euros echar agua, el resto, gratis. Después hemos comprado pan
rápidamente porque curiosamente no había ninguna plaza donde cupieran
autocaravanas, así que hemos malaparcado para hacer la compra rápida.
Ahora ponemos ya rumbo a Zambujeira Do Mar, localidad que ya
conocíamos la primera vez que estuvimos
aquí. Pero una vez allí comprobamos que prohíben la circulación de
autocaravanas por lo que no podemos acercarnos a la playa, como tiempo atrás. Así que a través
de google earth localizamos un posible sitio cercano parar comer, Porto das Barcas
(37.549641; -8.792434). Cuatro casas y media pero un sitio junto a la carretera
y al borde del acantilado donde cabemos dos, así que, con el parabrisas
abriéndose al horizonte con un mar muy picado, comemos y disfrutamos de un
descanso para sobre las 17 h partir hacia la playa de Monte Clérigo a buscar ya
un posible sitio para pasar la noche.
Desde Aljezur, donde vemos bastantes autocaravanas en un aparcamiento
junto al rio, la carretera asciende primero, para llanear y después caer hacia
esta pequeña localidad, de media docena de casas pero con un pequeño
aparcamiento en el centro poco atractivo y pequeño y otro a media ladera, menos
atractivo aun. Arriba sí encontramos sitio para poder pasar la noche, pero
detrás de lomas sin ver el mar y sin poder pasear por la playa que la tenemos
abajo y alejada, así que decidimos poner rumbo a la playa de Bordeira a
ver si tenemos mejor suerte. ¡Y vaya si la tenemos!.
Tras dejar el grupo de casas que forman la localidad, encontramos
un apartadero junto a la playa en
medio de la nada(37.549641; -8.792434). Es un aparcamiento. Al fondo a unos 400
metros vemos el mar y ante nosotros se abre una gigantesca playa.
Nos disponemos a pasear por ella antes de que se vaya la luz pero un
riachuelo poco profundo y ancho nos
separa de ella así que sin pensarlo mucho porque el tiempo apremia, decidimos
descalzarnos y pasar. La más indecisa, la pobre Tula a la que no la apetecía
mojarse, pero al final, jaleada por nosotros al otro lado, cruza.
Enseguida nos sorprende una belleza especial: ante nuestros ojos
aparece una formación de dunas que se extiende unos 300 o 400 metros hasta el mar y también a lo largo de él con su característica
forma de media luna, algunas con casi 2 metros de altura. Vamos ascendiendo por
ellas sintiéndonos Laurens de Arabia mientras que nuestros pies descalzos se
hunden en la fresca arena dorada dejando
marcadas las huellas que el viento borra casi de inmediato. Avanzamos trabajosamente
pero no nos importa. Estamos absortos por esta belleza tan peculiar que nos
rodea. Arenas doradas, vírgenes, inmaculadas, solitarias…Cuando nos paramos a
recuperar algo el aliento nos invade la serenidad de este paraje. Comenzamos a
vislumbrar las olas que al fondo revientan en la playa. Pero hasta ellas,
dunas, mágicas, hermosas, doradas, silenciosas…y el viento, de nuevo
protagonista que nos molesta
Tula, una vez que ha pasado el riachuelo, salta y corre pero el viento
la resulta más molesto a ella ya que levanta pequeñas nubes de arena, así que
corre hasta llegar a una pequeña caseta de madera buscando refugio en uno de
sus lados junto a una teutona que disfruta de la lectura de su libro y de esta
inmensa paz. Creo que la molestamos. Y no es de extrañar. Rompimos el hechizo
del momento y el lugar.
Nos acercamos hasta la orilla. Si bien cada playa es distinta, y cada
una tiene su belleza especial, esta parece tener magia. Entusiasmados por
nuestro descubrimiento, damos la vuelta para regresar y protegernos de este
persistente y molesto viento, que si bien no es muy frío, es fresco. Claro, que
no nos quejamos, peor es la lluvia y parece que el temporal que aquí se muestra
ventoso, en Cantabria esta rabioso, con oleaje, lluvia y vientos racheados muy
fuertes. Así que somos unos privilegiados porque esta forma de viajar tan tan
libre, nos permite ir variando el rumbo sobre la marcha en función del tiempo y
de las apetencias del momento. Esperemos gozar más de este privilegio y que las
nuevas generaciones que se van incorporando
a esta forma de viajar sean respetuosas y discretas y continúen luchando
por lo menos para conservar lo que nos
ha costado muchos años conseguir y mejorar. Y es que leo con cierta
preocupación cómo crece este sector y dudo de que todos tengan asumido que esta
forma de viajar encierra toda una filosofía. Continuamente leemos como somos
expulsados de muchos sitios por el incívico comportamiento de unos pocos. Y
precisamente no solo vehículos nacionales ya que muchos europeos tienen
comportamientos aquí que en sus respectivos países serían inadmisibles. El
problema: no se sanciona a los infractores, si no que todo el colectivo es
castigado. En España pasamos de la permisibilidad total a la prohibición. Pero
dejo mis reflexiones.
Ahora protegidos del viento por la distancia de la playa y por las
dunas, la noche nos ha abrazado ya con su oscuridad. A ver si las nubes esta
noche nos permiten disfrutar de la oscuridad y de las estrellas, que siempre,
siempre, me fascinan y que solo puedo ver en estos momentos.
Domingo 25 de marzo.
En el Algarve
En el Algarve
Playa de bordeira-Playa de Amado-Cabo de San Vicente-Playa de Iritna
Viento y lluvia, pero tranquilo. El día amanece gris. Nos desperezamos
despacio, desayunamos y subimos carretera arriba donde estuvimos ocho años
atrás. Y pocos cambios encontramos…o ninguno. Recuerdo la pasarela de madera
que descendía hacia los miradores desde donde contemplamos las mismas vistas que
años atrás: toda la playa de Bordeira en toda su profundidad, pero desde aquí
no se aprecia la belleza del sistema dunar que la compone.
Nos acercamos a un mirador que está en un saliente. Por un lado vemos
acantilados y por el otro, se extiende la playa. Y esta vez nos sobrecoge la violencia de la fuerza del agua que choca
contra las rocas rompiéndose en miles de gotas de agua. La espuma se alza
blanca metros sobre el mar sobrepasando la altura del acantilado. Por el lado
de la playa, las olas se extienden hasta morir lentamente al borde alargándose
más y más.
Años atrás nos atrevimos a circular por la pista que discurre en
dirección al sur y que nos dejó en la playa de Amado. Pero ahora, después de
tanta lluvia, tememos por su estado además de que los años quizás nos hayan
inculcado más sensatez. Así que decidimos caminar hacia un par de miradores más
y tras asomarnos a ellos, tomar la autocaravana y por carreteras decentes,
dirigirnos a la cercana playa de Amado.
Allí encontramos un aparcamiento para autocaravanas aunque un pelín inclinado. Me parece mejor el sitio en el que hemos estado esta noche y nos pareció más acogedor. Aparcamos y descendemos a la playa. Igual que años atrás. El tiempo parece no haber pasado y haberse quedado detenido. Aquí mismo tenemos hecha una fotografía a nuestra compañera de peluda. Era la primera vez que viajaba y sentía el tacto de la arena de playa bajo sus patas. Entonces…su cara era toda negra. Ahora, alrededor de sus ojos y en el hocico aparecen ya pelos blanquecinos.
Extensa, hermosa, de arena dorada y dura, invita a un tranquilo paseo,
como entonces hicimos. La recorrimos hasta el final acompañados siempre por un
viento que parece que no nos va a dejar nunca. Por mucho que me recoja el pelo
por mucho que me lo peine, entre este viento y el encrespamiento...termino con
pelos de bruja.
Después de nuestro paseo casi en solitario, pusimos rumbo al Cabo de
San Vicente. Antes paramos en un lidl a comprar pan y en una “potería” algo de
cerámica.
Carretera recta hasta el faro. Aparcamos junto a las autocaravanas y
nos disponemos a preparar la comida. Pero aquí el viento es infernal. No solo bambolea la autocaravana con más fuerza si
cabe, sino que siento como la claraboya trasera se golpea levantándose unos
centímetros.
Decidimos no tentar a la suerte y no tener que decir “pues parecía que estaba bien anclada” así que cambiamos de ubicación, sin ni siquiera salir. El viento era desagradable y como ya estuvimos aquí ocho años atrás, deshicimos el camino y encontramos una pequeña explanada junto al acantilado con Sagres al fondo, para comer y descansar.
Decidimos no tentar a la suerte y no tener que decir “pues parecía que estaba bien anclada” así que cambiamos de ubicación, sin ni siquiera salir. El viento era desagradable y como ya estuvimos aquí ocho años atrás, deshicimos el camino y encontramos una pequeña explanada junto al acantilado con Sagres al fondo, para comer y descansar.
Y ahora ya decidimos buscar un lugar donde poder pasar la noche, cerca
del mar. Pensamos que ahora, en el
Algarve ya, la cosa se podía poner más
dura. Intentamos llegar a la playa del barranco en donde el google earth me
daba un aparcamiento tranquilo e incluso se veía alguna autocaravana. Pero para
el tomtom no existía carretera posible, así que le dimos un punto del mapa
donde parecía terminar la carretera
y...aquí estamos, pero no es la playa del barranco, si no la playa de Iritna,
una cala muy pequeña. Junto a ella, en el aparcamiento de un chiringuito hay un
cartel de prohibido pernocta de autocaravanas. Pero antes de llegar por un camino que sube a la derecha vemos un
grupo de ellas. Así que mientras Angel daba la vuelta yo subí a echar un
vistazo y la suerte nos acompañó ya que encontramos un sitio más que suficiente
con “parcela” incluida y a unos metros del grupo algo “cutre” de autocaravanas
(37.046561; -8.880861) Y es que por aquí
proliferan furgonetas, campers o autocaravanas con sillas fuera, alguna mesa,
ropa tendida, puertas abiertas y ventanas de las que cuelgan sacos o ropa de
cama dando un aspecto “cutrecillo”. Y, sinceramente, si fuera propietario de
una vivienda cercana, no me gustaría tener esa imagen a mi puerta.
Decidimos estirar las piernas bajando a la playa que se nos quedó muy pequeña así que seguimos
senderos trazados a lo largo del acantilado. Llegamos a ver desde arriba otra pequeña
cala donde un grupo de surferos esperaban pacientemente el ciclo de olas.
Algunos, muy pocos, intentan cabalgarlas
cuando llegaban, consiguiéndolo durante unos segundos. Hay un pequeño
aparcamiento nada atractivo así que decidimos deshacer el camino hecho.
Al llegar vemos un mensaje de nuestro amigo Jesús que anda por estos
lares. Están en Lagos pero para nuestra decepción nos dicen que mañana regresan
a Falesia y luego ya suben a Elvas tranquilamente, así que me temo que no vamos
a coincidir. Nuestros planes son llegar mañana a Benagil a pernoctar así que
otra vez será.
El cambio de hora en Portugal hace que a las 20 horas aun haya luz
aunque el sol se ha puesto y para mi decepción no he podido contemplar ninguna
puesta de sol en el Atlántico. El viento se ha calmado y esperemos que a partir
de mañana el tiempo sea mejor.
Lunes 26 de marzo
Playa de Iritna-Lagos-Playa de los tres hermano-Benagil
Benagil, 19,55 horas. Hasta hace 10 minutos había sol con esa luminosidad tan especial que hay en los
atardeceres de primavera. Estamos aquí por accidente. No era nuestro destino. A
unos 700 metros arriba de las cuatro
casas que se agrupan en el puerto de Benagil, entre matorrales y arbustos, unas
cuatro autocaravanas algo desperdigadas.
Y es que le habíamos dado al navegador las coordenadas de un acantilado
junto al mar donde en la fotografía además aparecían autocaravanas. Pero una vez
metidos en el pueblo nos ha sorprendido primero una calle estrecha y luego una
curva de 90º. Ante la duda de si podríamos
darla o no hemos decidido dar la vuelta, -lo que nos ha costado lo suyo- a unos
400 m escasos de nuestro destino. Habíamos elegido este lugar desde donde
mañana haríamos una excursión en barco al algar de Benagil, una espectacular
cueva a la que únicamente se puede acceder desde barco.
Cuando hemos conseguido salir, Angel sugiere que nos acerquemos a donde
tendríamos que ir mañana para ver el aparcamiento. Aunque yo me resisto al
principio ya que hay una pronunciada bajada y luego subida, cedo y exploramos.
Y vemos que no hay ningún sitio para aparcar por lo que continuamos ascendiendo
y vemos un gran aparcamiento pero…con gálibos. Continuamos unos metros más y
vemos un par de autocaravanas al lado de
la carretera y entramos. Estamos cerca y
no tenemos ya ganas de volver a bajar y subir para repetir mañana la operación
ya que es bastante desagradable así que aparcamos y miramos. Una familia
española nos da un tríptico con la información de las excursiones y en ella
aparece que la del algar solo se hace de mayo a octubre. Hay otras a ver
cuevas, pero yo quiero ver únicamente esta. Ellos se van y nos ceden su sitio
aunque cabría otra más, pero un poco más arriba, salvando una pequeña pendiente
encontramos una explanada entre arbustos junto a una camper británica en un
sitio más que agradable.
Pero me pierdo. Los años. Regreso
Noche muy tranquila, mañana espléndida y partida hacia Lagos, a la
Punta de la Piedad. Una vez allí hemos
aparcado sin mayores problemas aunque intuyo que en un día festivo posiblemente
el aparcamiento sea insuficiente, y nos hemos asomado a esta costa contemplando
de nuevo, al igual que hace 8 años, estas curiosas formaciones rocosas que
salpican el mar en su parte más cercana a la costa y que emergen como enormes agujas
doradas. Este color anaranjado contrasta con el verdor de la vegetación y todo
el conjunto a su vez, sobre el color azulado y verde turquesa del mar. Una aquí, otra allá, arcos y barcas que con
gente se abren paso por las azuladas aguas. También vemos piraguas en grupos.
Pensamos andar un poco unos 700 metros hacia la otra playa cercana pero
un pronunciado barranco interrumpe la línea de la costa. Le digo a Angel que
puede haber más y que es mejor acercarnos con la autocaravana al siguiente
aparcamiento. Ya me ha hecho bajar por unas empinadas escaleras hasta el borde
del mar únicamente para hablar con los que venden billetes para los paseos en
barca.
Así avanzamos esos metros y de nuevo nos vamos asomando en distintos
puntos al cortado para contemplar este pedazo de costa. Aquí hay que andar más
y con mucho cuidado ya que si bien hay senderos estrechos, también lo es que
algunos están al borde y carecen de protección alguna. Y...chinos, no muchos,
pero molestos ya que se paran en medio de los estrechos senderos a hacer fotos.
Ahora decidimos dar un paseo por la ciudad de Lagos y nos encaminamos a los dos
aparcamientos que tenemos anotados. Pero, no
encontramos sitio en ninguno así que optamos por darle las coordenadas del aparcamiento para
autocaravanas de la página de campercontac y allí en un pequeño descampado,
encontramos sitio sin problemas (37.09597,
-8.67446). No sabemos dónde estamos y no aparece en los mapas que
llevamos así que suponemos que estamos a las afueras. Tomo la decisión de usar
el teléfono y pedirle que me lleve a la iglesia de San Antonio que está en el
centro siguiendo el plano que me muestra y sus instrucciones. Todo un acierto y
un descubrimiento. Sí, hasta ahora nos hemos movido siempre con un plano sobre
papel y así nos hemos orientado, al igual que antes teníamos la mala costumbre
de usar mapas de carreteras. Pero desde que tenemos datos en los teléfonos
móviles en otros países de Europa esto es un descubrimiento. Así, con el
teléfono metido en bolsillo del pantalón, vamos siguiendo las instrucciones que
nos va dictando. Muy cómodo.
En poco menos de 5 minutos estamos en la puerta de la muralla que
atravesamos para ir descubriendo callecitas con casas bajas pintadas de blanco
y con el borde de las ventanas y puertas en colores vivos: azul añil, verdes,
amarillos... Damos con la iglesia, en una bonita plaza llena de restaurantes con
gente que a estas horas los llenan.
Aunque queríamos ir ahora al mercado de esclavos, nos dejamos envolver
por esta atmósfera especial, por el calor del sol, por la tranquilidad de las
gentes que disfrutaban de sus platos en la calle, por los puestecillos que
exponían su mercancía en el exterior…nos dejamos seducir por los empedrados de
sus calles, sus monocromáticos dibujos, en encalado de sus fachadas y
deambulamos de un sitio a otro para terminar en la gran plaza del mercado de
esclavos abierta al mar.
Después de regresar a la autocaravana, comer y descansar un rato, pusimos rumbo a la playa de los tres hermanos.
Y en el aparcamiento junto a una playa enorme se mezclan turismos y autocaravanas. Hay un par de ellas de “guarreo”, con la ropa de cama (sacos o lo que sea) que salen por las ventanas y las puertas abiertas, varios cachivaches en el exterior, perros, etc. Son extranjeras. Le comento a Angel que no comprendo porque aquí tienen comportamientos que serían inamisibles en sus países de origen y unido a esto resalto el hecho de que suele ser gente joven que viajan principalmente en furgonetas por lo que no pude dejar de preguntarme de qué vivían, si no deberían estar trabajando ya que me refiero a británicos o alemanes que emplean varios días en llegar con lo cual deduzco que no vienen a pasar la semana santa.
La playa de los Tres Hermanos se alarga hacia el oeste para
cerrarse por el este con unos peñascos puntiagudos que rompen esta monotonía
plana. Como la marea esta baja podemos pasear cómodamente por ella sin que se
nos hundan los pies; una delicia y bañados por un preciosos sol y una
temperatura muy agradables. Algunos niños juegan en el agua, mojándose los
pies, otros se atreven a más.
Y dejamos atrás esta playa para poner rumbo a donde estamos ahora en Benagil(37.090112; 8.423243). Ahora
ya la noche se va cerrando a nuestro alrededor. He salido un momento con Tula y
el ruido de los grillos pone música a este anochecer. Pronto la noche nos
cubrirá con su manto. Me gusta esperarla en estos lugares sin iluminación. Me
siento más en contacto con la naturaleza, se aprecia más la oscuridad, la que
no podemos disfrutar en ciudades o pueblos porque todo está iluminado. Aquí vamos
observando como desaparece la luz y se imponen las sombras; solo se tiene la
tenue luz de la luna, cuando la hay, y que sorprendentemente es más que
suficiente para moverse y andar sin necesidad de otra iluminación artificial.
Mañana nos reuniremos con nuestro amigo Jesus que está en un área de Albufeira.
Pasaremos la noche allí para comenzar
nuestro regreso un día después.
Miercoles 28 de marzo.
Benagil-Playa Marinha-playa Abandeira-Playa de Gale-Playa de Arrifes-Area de Albufeira
Playa de Cabezo en Vilar de Santo Antonio. Ya casi ha anochecido y Angel
consulta como demonios pagar unos 40 km que hemos hecho por autovía desde Faro
hasta aquí. Un error. Parece que el pago es electrónico y yo en mi ignorancia
pensaba que al salir podría abonarlo. Pero no es así. Hemos estado mirando los
sistemas de pago y tendríamos que haberlo hecho antes. Ahora ya nos dicen que tendremos
que esperar a que nos llegue la comunicación y que no hay recargo. Calculo que
pueden ser unos 12 o 15 euros . Angel el
hombre sigue mirando. Me temo que ya, casi en la frontera, no podemos
arreglarlo. Hablan de pregagos, asociar tarjeta a matricula...lo cierto es que
parece algo farragoso.
Vuelvo a ayer.
Salimos hacia la taquillas de la empresa que en Benagil hace las
excursiones (Taruga Benagil tours https://tarugatoursbenagilcaves.pt/) a la cueva del algar con poca esperanza de
que pudiéramos hacerla, pero, el no ya lo teníamos.
Así que bajamos a la playita y nos dijeron que, si bien esa excursión no ha
hacen hasta mayo, sí era posible
hoy ya que un grupo la había pedido y podíamos sumarnos a él, pero que tenía que ser a las 11,45 y eran tan solo
las 9,45. Dos horas de espera eran muchas. Luego nos dijo que posiblemente a
las 11,15 podríamos hacerla.
Pero seguía siendo mucho tiempo aunque entonces pensé en la posibilidad
de aprovecharlo acercándonos mientras a ver la playa de Marinha y la de
Abandeira. La primera con dos arcos de piedra y de la segunda tenía información
confusa sobre si había o no otro más. La joven de la taquilla nos confirmó que
teníamos tiempo suficiente para hacer ambas excursiones e incluso una más a
otra playa cercana. Así que la dejamos pagada la excursión para asegurarnos (15€
por cabeza) y regresamos a la autocaravana para poner rumbo a la playa de
Marinha donde llegamos sin mayores problemas.
La carretera termina en un pequeño aparcamiento y luego un
impresionante balcón se abre a un hermoso acantilado que cae a un mar de un
intenso azul y que aparece salpicado de peñascos dorados. A la derecha aparecen
dos arcos de piedra enormes junto a la costa, uno a continuación de otro. Abajo
una pequeña playa.
Decidimos recorrer unos metros para asomarnos a otro balcón y poder
contemplar mejor los arcos de piedra. Tula, como siempre, nos acompaña, pero de
pronto un gato se abalanza sobre ella por un costado. Ella chilla y el gato
sale corriendo. Sorprendidos la cogemos y la revisamos por si tenía alguna
mordedura. No ha sido así. Entonces vemos una “gatera”, una especie de
construcción de madera similar a un palomar pero con varios agujeros donde
supuestamente viven …¡gatos! Y además, agresivos, aunque supongo que se
consideraron amenazados y la mejor defensa, es un buen ataque.
Terminamos nuestro brevísimo recorrido en otro mirador que nos permitía
contemplar mejor este pequeño pedazo de la costa algarbeña. El mar está tranquilo
y las vistas, impresionantes. Como siempre, el sol aumenta la belleza de la
estampa que contemplamos embelesados.
Dejamos atrás este rincón para acercarnos al siguiente, pero aquí la
carretera se estrecha y aunque hay “pasing place” no existen en un par de tramos
de unos 200 metros y a ambos lados
aparecen muretes de piedra. Pero la visibilidad es buena, por lo que sin
dificultad recorrimos los escasos kilómetros que nos llevaron a este otro
balcón natural. Pero aquí lo que destaca principalmente es una hermosa playa
abajo, protegida por una pared de acantilado recta, pero no podemos ver ningún
arco, así que decidimos regresar con tranquilidad.
Aparcamos la autocaravana donde habíamos pasado la noche y volvimos a
bajar. Ahora había muchos coches en los aparcamientos y mucha gente en la
taquilla. Eso que es un día de diario. Al llegar nos dicen que sale una barca a
las 11,15 así que bajamos a la playa.
Un grupo de jóvenes empleados se afanan por acercar las barcas a la
orilla haciéndolas rodar por flotadores cilíndricos. Una vez en la orilla nos
invitan a subir y nos dan chalecos salvavidas. Salimos y entramos en la primera
cavidad, a nuestra derecha y casi en la misma playa.
Pero después nos dirigimos ya directamente a la cueva objeto de mi
deseo: la del algar a escasos 200 metros de la playa.
Lentamente accedemos a ella y…realmente es mágica. La naturaleza vuelve
a sorprendernos con la belleza de su casualidad: una enorme cavidad redonda se
abre ante nuestros ojos iluminada por un óculo en el cielo de la bóveda que
deja penetrar la luz del sol iluminando un circulo de arena dorada. Hay algunas
personas que han llegado en kayac y que están justo donde el sol ilumina. La cavidad tiene una forma redondeada y los
distintos colores provocados por los juegos de sombras y luz añaden un toque
más especial aún a este lugar: dorados, blancos, verdes, azules y grises se
mezclan caprichosamente con formas suaves y redondeadas. Toda una belleza
Salimos despacio de ella, pero aún no ha terminado la magia. La cueva
tiene dos entradas, así que volvemos a entrar por la otra para verla desde otro
ángulo.
Igual de hermosa. Cuando la
belleza es tan única, parece amplificada. Siempre diré que si el hombre es
capaz de crear belleza, la naturaleza con su paciencia y capricho crea aún más.
Y añado que normalmente intentamos copiar parte de esa belleza natural en los
objetos que creamos y que hacemos bellos. Es ese intento de imitación lo que
realmente crea la belleza aunque a veces…si no la superamos, sí conseguimos igualarla,
como por ejemplo con la música.
Desde aquí fuimos entrando y saliendo de cuevas o sencillamente
asomándonos ya que algunas tenían un tamaño imposible, cada una distinta de la otra, curiosas, de singular
belleza, pero ninguna como la del algar. Es la que quería ver y me daba ya por
satisfecha.
La excursión termina en la playa de la Marthina donde tras pasar por debajo de uno de sus dos arcos regresamos, ahora, sí, pisando el acelerador y haciendo saltar el agua a nuestro paso. Fuerte y divertido contraste.
A la hora de desembarcar nos
tuvimos que mojar un poco, descalzándonos para poder llegar a la arena seca de
la playa, y hay que vigilar el ritmo de las olas para no mojarse más de lo
necesario
De nuevo en la autocaravana pusimos rumbo a la playa de Gale. Al llegar,
una prohibición de aparcamiento de autocaravanas, así que la dejamos a un lado
de la carretera para asomarnos a ella. Pero la playa no tenía nada del otro
mundo y ni siquiera se podía pasear así que regresamos.
Habíamos quedado con nuestro amigo Jesús en vernos en Albufeira pero al
darle a navegador las coordenadas nos dirige a un área desde donde la playa más
cercana aparece a unos 3 km, así que como nos resistíamos a apartarnos del mar,
decidimos ir a comer a la playa de Arrifes para después de descansar ir ya al
encuentro de nuestros amigos.
En el aparcamiento encontramos una media docena de autocaravanas junto a un pequeño edificio y metros mas adelante por un camino en no muy buen estado, aparecen bastantes más mezcladas con turismos. El estado del camino y no disponer de ningún buen sitio nos decidió a quedarnos en el aparcamiento anterior. Pero la caseta que estaba junto a él debía tener un motor posiblemente relacionado con el agua que resultó ser bastante ruidoso y que se encendía a intervalos. Entre esto y los coches que no dejaban de ir y venir, el descanso se hizo algo difícil así que alrededor de las 16,40 nos dirigimos ya al área.
Y allí llegamos un poco después (37.090112; -8.423243, 9€) y antes de
instalarnos en una de las dos parcelas que a estas horas quedaban libres –de
las cerca de 100 que tiene-, cargamos y descargamos agua . Después fuimos a la búsqueda de nuestros amigos a quienes
encontramos acompañados de Pedro y Carmen con los que años atrás también
coincidimos un fin de semana por tierras
de Leon. Y pasamos la tarde en
una agradable charla y aun más
encantadora compañía hasta que ya el
fresco de la noche nos avisó de que era hora de recogernos en nuestros respectivos vehículos.
Jueves 29 de marzo
Area Albufeira-Silves-Monte Gordo
Nos levantamos con tranquilidad y antes de marchar decidimos completar el depósito de limpias, cosa que ayer no pudimos hacer ya que el caudal de agua era muy bajo para terminar cortándose. Mientras estábamos en la operación vimos uno a uno a nuestros amigos.¡y qué envidia me daban! Todos jubilados. La única en “activo”, yo. Unos ponían rumbo hacia Elvas donde se reunirían a comer con otro grupo de autocaravanas, otros, los jubilados más recientes no habían decidido aún donde dirigirse, y así mas o menos llevaban desde primeros de mes. No dejo de preguntarme cuándo me tocará a mi vivir eso.
Nos despedimos de todos poniendo rumbo a Silves aparcando en un gran
aparcamiento frente a su área para autocaravanas (37.193746; -8.436788) lugar
que parecía tranquilo y agradable
Ascendimos un poco por la carretera hasta alcanzar el casco antiguo
dejando sus rojas murallas a nuestra derecha. Enseguida llegamos a la Seo, de
blancas paredes contrastando con el rojo de su piedra. Y allí encontramos una encantadora sorpresa: un concertista de guitarra nos atraje rápidamente.
Tocaba al maestro Rodrigo. No parecía pedir y observamos que había una persona que le asistía en una
pequeña mesa de sonido. Al parecer, estaba pagado por el municipio o cualquier
otra entidad pública. Así que al igual que el resto de la gente, tomamos
asiento en uno de los peldaños de las escaleras que ascendían hacia la puerta
principal para escucharle. Nos pareció bueno, extremo confirmado por el “músico
de la familia”, experto también en guitarra aunque no clásica, cuando le envié unas imágenes. A mi
sencillamente me gustó y el marco era incomparable: El arco ojival insertado en
una fachada barroca que era la puerta principal de la Seo, servía de escenario
principal a este músico; a nuestra izquierda destacaban las rojizas murallas de
la fortaleza, callejucas empedradas descendiendo a nuestra derecha, un sol
deslumbrante en un luminoso día, una temperatura agradable y con el silencio y
la tranquilidad que se hicieron cómplices del auditorio y el artista. Absolutamente delicioso.
Allí permanecimos un buen rato, tras el cual nos dirigimos a la fortaleza que
no pudimos visitar al no permitir la entrada a los peludos así que regresamos a
la puerta de la catedral, pero, nuestro músico debía disfrutar de algún
descanso. Por una pequeña puerta lateral de la seo veo aparecer la cabeza de un
obispo a la que le sigue el cuerpo. Me sorprende y me quedo mirando. Me llama
y…lo de siempre, no puedo con mi curiosidad y me acerco
Resulta que está invitando a visitar la catedral y hoy, por el día de
no sé qué, esta disfrazado de obispo. Trabaja en la oficina de turismo y como
ya lo hizo el año pasado y no le molestó, le ha vuelto a tocar. 1 euro por entrar.
La catedral de Silves fue erigida en el siglo XII sobre la antigua
mezquita, reconstruida tras la reconquista en el XIII y restaurada en varias ocasiones debido a los
daños del terremoto de 1755. En su elegante y sencillo interior encuentro tres
naves un transepto y una hermosa
cabecera tripartita además de varias sepulturas.
Después de visitar por turnos la Seo decidimos descender por alguna de
sus estrechas calles a las que se asomaban casitas pequeñas, blancas con los
marcos de ventanas y puertas pintados de azulones, amarillos o verdes hasta
llegar a lo que parecía la plaza principal junto al museo arqueológico y un
rollo. Pero, ya salíamos del casco viejo así que decidimos continuar en él pero
regresando ya hasta a la autocaravana disfrutando de la arquitectura típica del Algarve y de la tranquilidad que nos
brindaban sus callejuelas.
Y rumbo a Vila Real de Santo Antonio, o “villa toalla” como la llama
Angel, la frontera con Huelva
Empezamos circulando por carreteras nacionales, pero un pueblín sucedía
a otro o a una agrupación de calles así que sin darnos cuenta entramos en la
autovía y en vez de salir, como nos indicaba el tom tom, preferimos continuar.
Craso error porque ahora estamos liados con lo de pagar y como hacerlo ya que
lo único que vimos fueron los arcos con las cámaras de fotos y ningún sitio
donde poder abonar el importe
Dejamos la autovía en Monte Gordo con la intención de comer en una
playa donde estuvimos la primera vez. Busqué en mi relato las coordenadas
pero….estaban mal. ¡vaya! ¡Qué decepción!. Si nadie me lo había comunicado es
que nadie había ido, o leído o seguido mis indicaciones.
Así que no tuve más remedio que dejarme guiar por la memoria de Angel y
sorprendentemente dimos con el mismo sitio, pero esta vez, como en la playa
había muchos turismos, decidimos quedarnos unos metros antes en una explanada
rodeada de pinos y donde ya había una decena de autocaravanas (37.176138;
-7.471512)
Y estábamos tan bien que sobre la marcha decidimos que había poca diferencia
entre salir a las 5 camino de casa
parando dos horas después para pasar la noche en un área cercana a la autovía
(Monesterio u otra cercana) o pasar la noche aquí aprovechando la tarde para
dar un paseo por una playa que recordamos estupenda y salir mañana temprano y
de un tirón hacernos el recorrido. Así que la verdad es que no hemos dudamos
mucho: y decidimos quedarnos allí
Después de comer y descansar nos hemos ido a dar un paseo por una de
las playas más agradables que conocemos. Es interminable, sin edificaciones,
casi virgen excepto por algún que otro chiringuito y algunas casitas que se vislumbran entre los
pinos. De arena dorada y aplastada, lo que perite andar sin dificultad y muy
poca gente.
Así, descalzos, sintiendo el contacto de la arena en nuestros pies,
bañados de vez en cuando por alguna ola que se extendía hasta acariciarlos,
disfrutamos de un delicioso paseo de más de una hora. A nuestro regreso la marea había subido algo
y tuvimos que regresar sobre nuestros pasos buscando un lugar seco ya que el
agua había cubierto parte de nuestro recorrido.
Un par de pescadores se afanaban en buscar coquinas. Pero la actividad no debe de estar muy permitida ya que cuando uno de ellos observó que le sacaba fotos se molestó bastante.
Cenamos, y nos fuimos pronto a dormir para a la mañana siguiente llegar a casa a primera hora de la tarde.